“Es por esto que me deleito en mis debilidades, y en los insultos, en privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo. Pues, cuando soy débil, entonces soy fuerte”
2 corintios 2:10 NTV
Creo que la mayoría de los cristianos, a lo largo de nuestra vida en la tierra experimentamos diferentes pensamientos, deseos y sentimientos los cuales no sabemos exactamente cómo enfrentar.
Sentimientos que nos entristecen o nos alegran, nos atribulan o nos dan paz, nos hacen sentir capaces de realizar una labor o nos muestran lo incapaces que somos de realizarlas. Sin embargo, me gustaría hablar hoy de un sentimiento que cada uno de nosotros ha experimentado o enfrentado alguna vez, hablo del sentimiento de impotencia. Según el diccionario de la Real academia española de la lengua, la impotencia es la “falta de poder para realizar algo”.
Este sentimiento se apodera de nosotros en diferentes circunstancias de la vida.
Ante la injusticia social, cuando un ser querido es diagnosticado con una enfermedad terminal, o cuando niños son asesinados como aconteció esta semana en Uvalde Texas, cuando deseamos cosas que sobrepasan nuestro nivel financiero, cuando vemos que los demás logran sus objetivos, cuando creemos que no son justos ni equitativos con nosotros.
Así podríamos mencionar muchas situaciones más, pero no debemos olvidar que Dios mismo preparo cada una de las cosas que pasan en nuestras vidas para que fueran así, para que no olvidemos que, somos polvo (Gen. 3:19); hombres débiles que nada podemos hacer sin el poder de Dios (Juan 15:5); que Dios desea que dependamos de el en toda situación. Eso es lo que Pablo le recuerda a la iglesia en Corinto que somos hombres débiles y frágiles y que es solo por medio de Cristo que somos fuertes.
En el evangelio de Juan capitulo 5 versículo 7 hay una historia que nos narra exactamente este sentimiento, y lo que una persona siente cuando tiene una necesidad y no puede suplirla por sus propios medios. Hablo del parálitico de Bethesda, este estanque estaba situado en Jerusalén, junto a él había una gran cantidad de enfermos con todo tipo de enfermedades, se creía que al movimiento del agua la primera persona que descendía se sanaba. El paralitico al verse imposibilitado a caminar no podía llegar al estanque para sanarse, un día Jesús paso por allí, y al verle le pregunto: ¿quieres ser sano? A lo que este contesto, señor no tengo quien me meta al estanque cuando el agua se agita, entonces cuando trato de descender otro lo hace antes que yo. Jesús después de escucharlo le dijo: levántate, toma tu lecho y anda.
Este ejemplo nos relata que, ante la imposibilidad e impotencia humana para poder solucionar sus problemas o pecados, por medio del evangelio todas las cosas son posibles, este hombre encontró algo más importante que un estanque, además de ser sanado encontró salvación en Jesús.
¿Al igual que el paralitico de Bethesda Jesús nos pregunta hoy de que pecado quieres ser liberado?
Y es que el pecado es lo que más impotencia produce en los hombres, muchos se sienten impotentes ante un vicio, otros no pueden dejar una relación extramarital que está destruyendo sus vidas y matrimonios, otros aún viven atados a sentimientos de ira, de inferioridad, de enojo, de odio y falta de perdón por algún daño causado, querido hermano y amigo que lees este blog, quiero recordarte que no hay ningún pecado que no puedas vencer si confías plenamente en Cristo.
Sin importar la gravedad de tus pecados, o la situación a la que te puedas enfrentar hoy, hermano no te mires a ti, ni lo débil y frágil que eres, mira a Cristo, su poder y su gloria y descansa en él. Es solo por medio de él que podremos ser liberados de todo tipo de sentimiento, pecado o tribulación. Es solamente en el que todo lo podemos él es nuestra fortaleza.
Pastor Jose Mazariego
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